Estamos vetadas. No nos dejan jugar al hockey durante el verano, por razones demasiado aburridos y largos de explicar aquí. Volveremos a poner la armadura en otoño. Pero algo teniamos que hacer, algun deporte para poder justificar las cañas despues. Y que harian nuestros maridos con nosotras en casa rebozando de energia y con ganas de que ellos limpian el trastero/lavar el coche/cortar el cesped. Habia que encontrar algo que nos deja igual de lacios y sumisas despues de un partido de hockey. Eureka - el paddel. Y asi fue que nos llegamos a la cancha el martes pasado. Como podáis imaginar, un equipo de hockey entera en una cancha de paddel es de los mas apretujado. Asi que se decidio jugar por turnos de cinco minutos. Esto fue un idea genial porque tampoco teníamos suficientes palas y no estamos por el labor de jugar con la mano, por muy machos que nos parecemos. Como no somos competitivas ni na, los que estaban fuera, se dedicaba a acosar chronometricamente con voz chillante: "Mariii ya solo te queda un minuto, corrrrreeee". Cuando esto ya aburria, nos dedicamos a ofrecer consejos y comentarios: "Que estilazzzzo niña" o "Intenta pegarla churri". Y todo esto sin saber las reglas porque la que nos iba a enseñar se rajo.
Lo pasamos tan bien que creo que P y yo no vamos a resistir otro viaje a Decatlon pa comprar lo que haga falta para ser estrellas de paddel (incluyendo, lógicamente una felpa de lo mas fashion, sin lo cual jugamos fatal).
Hemos quedado para el martes que viene otra vez – pero con dos pistas esta vez. A ver si eso rebaja la verborrea del publico y hacemos mas ejercicio. Nuestra unica queja es que aunque las palas tienen unos boquetes aparentamente muy chicos, parece que son flexibles y que se hacen enormes cuando no miramos porque, sin querer, nos paso la pelota a través de la pala sin golpearla en numerosos ocasiones. Un misterio.
Después de tan arduo ejercicio nos fuimos a un bar cercana a reponernos con unas cervezas magníficas. Que dura es la vida.
Hemos quedado para el martes que viene otra vez – pero con dos pistas esta vez. A ver si eso rebaja la verborrea del publico y hacemos mas ejercicio. Nuestra unica queja es que aunque las palas tienen unos boquetes aparentamente muy chicos, parece que son flexibles y que se hacen enormes cuando no miramos porque, sin querer, nos paso la pelota a través de la pala sin golpearla en numerosos ocasiones. Un misterio.
Después de tan arduo ejercicio nos fuimos a un bar cercana a reponernos con unas cervezas magníficas. Que dura es la vida.